Blogia
Periodismo para la gente

Una tragedia que podía haberse evitado

Una tragedia que podía haberse evitado

Las terribles desgracias como resultado del azote de lluvias a los departamentos bolivianos de Beni, Pando y Santa Cruz podían haberse evitado. Después de dos meses de tanta lluvia sin control, los reportes dicen que hasta la fecha (25 febrero de 2008) hay 61 muertos, tres desaparecidos y cuatro mil familias afectadas por las lluvias.

Basta con encender el televisor a medio día para darse cuenta de tanta desgracia. Poblaciones enteras han sido tragadas por el agua. Un agua quieta, muda, pero asesina.

Los expertos dicen que esta cadena de desastres lleva un nombre: “La Niña”, “fenómeno climatológico” en cuya razón entre unos y otros se culpan por no haber actuado a tiempo.

Y en verdad, cabe admitir que todos tenemos culpa en esto: las autoridades, por no haber hecho su trabajo con la responsabilidad que se merece; los periodistas y medios de difusión, por no haber alertado a la sociedad a tiempo, sobre cómo actuar en casos como éstos. Y los mismos pobladores de las zonas afectadas, por no haber exigido con más determinación y enojo su feliz derecho a la vida; un derecho consagrado en todas las Constituciones Políticas de aquellos países que se precian de democráticos. Bolivia, entre ellos.

Y esta desgracia sin pausa no es nueva en el país. El año pasado, justo por estas fechas, otra cadena de lluvias bíblicas azotó el mismo departamento del Beni dejando a muchos en la miseria más triste que hubieran imagino nunca.

Desde aquella vez a la fecha, ha pasado un año entero. Y en todo ese año ni autoridades ni medios de prensa ni periodistas ni pobladores hemos dicho algo para elevar una voz de protesta o de preocupación frente a la desgracia eterna de enterrar a nuestros seres queridos.

Más primó una ambición de intereses políticos por hacerse dueños de un poder económico para (dizque recién) atender las necesidades de nuestras ciudades y municipios.

Y la prensa, muy de moda con lo que diga o no diga o deje de decir el poder político, se sentó a la mesa de redacción, ajena a la realidad del cotidiano vivir de quienes ya han sufrido en demasía. En resumen, no hubo empatía. Más nos ha gustado contemplar las peleas en rojo de aquellos que desean el poder más que cualquier otra cosa. Más que atender a las necesidades de sus propias regiones.

De lo contrario, Beni –por ejemplo– no estaría sufriendo tanto. Y tampoco se estarían organizando campañas (hasta fuera del país) para recolectar ayuda a los necesitados.

Los pobladores bolivianos nos encontramos en mitad de una pelea milenaria entre los vencidos y vencedores cuyos intereses no tienen otro norte que el de dominar al otro, cueste lo que cueste.

Esta última frase nos ha golpeado mucho más este último año: “a cualquier precio”, unos y otros nos quieren imponer (sea por la fuerza de un palo o por la amenaza de una palabra) un modo de vida que busca “un cambio”; necesario, sí; pero cuyo camino muchas veces se hace eco de la violencia. Y entonces pierde legitimidad.

Sólo el tiempo dirá si lo que hoy se hace vale la pena; vale la pena como para llorar, de la manera más inútil, muchas muertes y padecer tantas desgracias que podrían haberse evitado.

Foto: Periódico Pulso-Bolivia

0 comentarios